En Colombia, miles de familias despiertan cada día con la misma pregunta: ¿por qué no logro salir de la pobreza?. La respuesta no es simple ni única. Es un tejido de causas sociales, económicas, culturales y hasta emocionales que enredan la vida de quienes, a pesar de su esfuerzo, sienten que siempre retroceden un paso cuando intentan avanzar dos.
La pobreza no solo se mide en dinero
La pobreza en Colombia no es solo la falta de ingresos. Es también la falta de oportunidades, educación, acceso a salud, estabilidad laboral y, sobre todo, la esperanza que poco a poco se va apagando.
En los barrios populares, abundan historias de mujeres jóvenes que se convirtieron en madres antes de los veinte años y hoy, sin apoyo del padre, cargan con la responsabilidad de sostener un hogar entero.
Maritza, madre de tres hijos en Soacha, confiesa entre lágrimas:
“Trabajo por días limpiando casas. No es que no quiera salir adelante, pero el dinero nunca alcanza. Entre el arriendo, la comida y los útiles de los niños, a veces toca fiar y luego pagar con gota a gota. Es una cadena que nunca se rompe.”
Su historia se repite en ciudades como Cúcuta, Barranquilla o Cali, donde la informalidad laboral supera el 60%. El ingreso que llega es tan inestable como la economía del país.
El círculo vicioso de la deuda
Uno de los principales enemigos de la estabilidad económica son los pagadiarios o gota a gota. Miles de familias caen en esta trampa financiera al no tener acceso al sistema bancario formal.
Juan, vendedor ambulante en Medellín, lo explica con crudeza:
“Uno pide cien mil pesos y termina pagando doscientos. Pero cuando hay hambre y los niños no han comido, uno no piensa, solo firma. Y ahí empieza la ruina.”
Estos préstamos informales, que se pagan con intereses diarios, perpetúan el ciclo de la pobreza y el miedo. La falta de educación financiera y el desespero por sobrevivir empujan a las personas a decisiones desesperadas.
¿Las personas son pobres porque quieren?
Un mito que divide opiniones:
En redes sociales y conversaciones cotidianas se escucha la frase: “el que es pobre es porque quiere”. Pero esta afirmación ignora realidades profundas.
¿Cómo se puede elegir ser pobre cuando no hay empleo, cuando un salario mínimo no alcanza ni para cubrir los gastos básicos, o cuando la violencia y el abandono estatal limitan las oportunidades?

Según un informe del DANE, más del 36% de los colombianos vive con menos de dos dólares al día. No es una cuestión de voluntad, sino de estructura. La falta de acceso a educación de calidad, empleos dignos y políticas efectivas de inclusión son factores que frenan el progreso.
Sin embargo, también es cierto que existen hábitos y mentalidades que pueden mantener a una persona estancada. La resignación, la falta de planificación o la dependencia total de subsidios pueden convertirse en barreras invisibles. Salir de la pobreza requiere esfuerzo, pero también apoyo, conocimiento y una red que lo haga posible.
Hábitos que perpetúan la pobreza
- Gastar más de lo que se gana: el deseo de aparentar éxito o “no quedarse atrás” lleva a muchos a endeudarse por objetos que no necesitan.
- Falta de ahorro: incluso en los hogares más humildes, guardar una pequeña parte del ingreso puede marcar la diferencia.
- No capacitarse: conformarse con trabajos informales sin buscar nuevas habilidades limita las oportunidades.
- Depender del azar: confiar en rifas, loterías o ayudas externas perpetúa la incertidumbre.
- No planear a largo plazo: vivir solo para “sobrevivir el día” impide construir un futuro sólido.
Hábitos que ayudan a romper el ciclo
- Educación financiera básica: entender cómo manejar el dinero, evitar préstamos usureros y priorizar necesidades reales.
- Capacitación constante: aprovechar cursos gratuitos del SENA o programas de Prosperidad Social que ofrecen formación laboral.
- Ahorro colectivo o familiar: crear fondos pequeños entre familiares o vecinos para emergencias.
- Pensamiento de crecimiento: cambiar la mentalidad del “no puedo” por el “voy a intentarlo”.
- Emprender con propósito: iniciar pequeños negocios sostenibles, apoyados en redes comunitarias y digitales.
La mujer como pilar de resistencia

En muchos hogares, la mujer ha asumido el rol de sostén emocional y económico. Desde vender empanadas hasta liderar emprendimientos digitales, son ellas quienes demuestran que la pobreza no es un destino, sino una batalla diaria.
Pero la falta de políticas que protejan a las madres solteras y la ausencia de los padres agravan la situación. En Colombia, miles de niños crecen sin la figura paterna, lo que genera una cadena de abandono, frustración y pobreza emocional que trasciende generaciones.
Un país atrapado entre el consumismo y la desigualdad
En un mundo donde el éxito se mide por lo que se muestra en redes sociales, muchas personas caen en el consumismo desmedido, olvidando que el verdadero progreso no está en comprar más, sino en construir estabilidad.
Mientras tanto, la brecha entre ricos y pobres se amplía. Quienes logran salir de la pobreza lo hacen, en la mayoría de los casos, gracias a la educación, la disciplina y la constancia. Pero también porque alguien les tendió una mano, una oportunidad, una beca o un empleo digno.
Reflexión final: salir de la pobreza es posible, pero no solos
Salir de la pobreza no es un acto de magia. Es un proceso que requiere esfuerzo personal, educación, apoyo estatal y solidaridad social.
Los hogares más humildes de Colombia no piden lástima, sino oportunidades reales.
Programas como Renta Ciudadana o Devolución del IVA alivian temporalmente la carga, pero el verdadero cambio llegará cuando las familias puedan vivir sin depender de subsidios, con empleos dignos y una educación que les permita soñar sin miedo.